Con esta frase que dice tanto mi amigo Andrés Cañadas, quiero empezar estas líneas porque "estas son las cosas de la Virgen". Sí. Ni mas ni menos que
las cosas de la Virgen, porque uno en algunas ocasiones se da cuenta que no hay
explicación alguna para cosas que te ocurren. Muchos os diréis por qué digo
esto, pues es muy sencillo. Hace unos días, mientras estaba poniendo en orden
el dormitorio, se me resbala de las manos mi medalla de la Hermandad del Rocio
de Jerez que sobre mi pecho lleva ya bastantes años. Y se me resbala con tanta
mala suerte que, al caer al suelo, esta se rompe justo por donde la simbología
del escudo dice que nuestra Hermandad es Real. Casi sin pensar, busco en la web
el horario de apertura de la casa de Hermandad para hacerme con una nueva y,
aun no se como, aparece la medalla que perdida andaba sin saber donde desde
hace muchos años, muchísimos años, y que provocaron que comprara la que se
partió.
Esa medalla, la compré la primera vez que fui al Rocio en la
Romería, en los tiempos en los que el padre de Juan de Dios Domouso – Pepe –
alquilaba un autobús con el que íbamos muchos cofrades y vecinos de las Viñas
a la aldea almonteña en la víspera de pentecostés. Y recuerdo perfectamente que
estaba con mi amigo Esteban García, hace ahora la friolera fecha de diecinueve
años, que serán este año veinte romerías. Ademas, este año será un año aun mas especial
porque será la primera peregrinación completa que haga en la edad que tengo. Así que fíjense ustedes. De
aquellos años de autobús y bocadillo, con la edad, pasamos a los coches y
campings donde algún año nos acogió la Hermandad de las Cabezas para, con el tiempo,
pernoctar en las casas de la aldea y empezar a vivir de forma intensa la
Romería desde la llegada de la Hermandad Matriz hasta la misa de acción de
gracias del Cuerpo de la Guardia Civil.
Como les decía, las cosas de la Virgen. Y será la que lleve
en el pecho este año orgulloso de mi tierra cuando salgamos el día 23 de mayo
por la mañana desde Santo Domingo, hasta que volvamos de nuevo a casa el ultimo
de los días del mes de las flores.
A partir de aquel año, fui aprendiendo que a la Virgen se le
quiere y se le reza de muchas maneras y que, a mis dieciséis años, aún me
quedaba mucho camino por recorrer y muchos de quienes aprender y sobre todo
escuchar. No he vuelto a faltar a la cita de encontrarme con la Virgen cada
lunes de pentecostés. Este año, será un año especial por muchos motivos y, como
habéis podido leer, tengo desde hace unos días uno mas que añadir a la lista.
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